En los primeros siglos de la Edad Media, en torno al siglo IV está demostrada en la Península Ibérica la existencia de una fuerte corriente de ascetismo, propiciada por el movimiento priscilianista, condenado por la Iglesia y por la autoridad civil hispano-romana.
En líneas generales, los partidarios de este modo de vida se oponen al boato y ostentación de la Iglesia Oficial del momento.
El eremita busca la perfección cristiana en el retiro, la soledad, en lugares recónditos y en muchos de los casos de difícil acceso. Estas gentes habitarán en moradas por ellos mismos excavadas en la roca, de ahí que se las conozca como "cuevas artificiales", que en muchas ocasiones se convierten en templos.
El eremitismo tuvo un amplio desarrollo en el norte de la península, se ubican en el valle de Valdegovía 16 cuevas en las localidades de: Bachicabo, Barrio, Villanueva de Valdegovía, Quejo, Pinedo, Corro y Tobillas, teniendo noticia de otras que no hemos podido documentar, además de las 7 descubiertas en términos de Valpuesta, perteneciente a la provincia de Burgos.
LAS MÁS CONOCIDAS son las de Pinedo, Corro y Tobillas.
En este marco de eremitismo encontramos tres FUNCIONES ESPECÍFICAS para estas cuevas:
Cronológicamente planteamos la existencia de DOS FASES EN LA EVOLUCIÓN de estos conjuntos:
Una primera hacia el siglo VII, sin poder determinar su origen, para ello nos basamos en las pruebas del C-14 (carbono 14) de los enterramientos de Corro, y también en las fechas de fundación de Santa Maria de Valpuesta y San Román de Tobillas, en las que hacía referencia a la existencia de templos anteriores, que eran de tipo rupestre.
Una segunda fase, relacionada con las sepulturas del interior y que se puede situar a partir del siglo IX, posiblemente en torno a este siglo perderían su carácter de eremitorios propiamente dichos y pasarían a convertirse en ermitas.
Como ya hemos señalado la función de ermita ha estado vigente, en el caso de Corro y Pinedo hasta principios de siglo XIX.