Con 300 metros de caída, el salto del Nervión es un espectáculo natural que vale la pena visitar, sobre todo en invierno y primavera.
Es una zona rural con valores naturales especiales que deben ser preservados a través de modelos de desarrollo sostenible. De esta manera se busca la mejora de la calidad de vida de los habitantes del espacio desde la participación (implicando a la población) pero preservando los usos tradicionales y asegurando los recursos naturales a las generaciones futuras.
Las razones son múltiples:
Berberana (antiguamente Berbesana) y Villalba de Losa son los núcleos más importantes de la zona, y parte de sus términos comprenden el Espacio Natural Protegido. Son pueblos tradicionalmente ganaderos, como apunta Madoz en su diccionario de 1845: ganado lanar, cabrío, vacuno, caballar y de cerda; su industria, la arriería,... y el comercio en la exportación de ganados é importación de granos, vino y géneros de vestir.
Todavía conservan buena muestra de su arquitectura popular, resaltando la torre del conde de Berberana, en el pueblo del mismo nombre.
Otros núcleos de interés son Murita, Mijala y Zaballa.
La disolución a lo largo de millones de años de este bloque de calizas de la Era Cretácica ha conformado el paisaje que ahora vemos. El río Nervión ha ido “comiendo” terreno a los farallones y formando un estrecho valle, y el agua de lluvia se ha ido filtrando por las fisuras de la superficie del bosque para crear simas, galerías y ríos subterráneos, algunos de los cuales se abren al exterior por la pared vertical.
Aunque el hayedo (bosque de la España húmeda) es el más conocido del espacio, cerca de Berberana predominan las encinas, especie típica de zonas secas. También encontramos buenos pinares de origen antiguo.
Un espacio tan reducido como monte Santiago presenta gran diversidad de hábitats: roquedos, bosques, grutas o charcas. Por esta razón podremos encontrar muchos de los anfibios ibéricos entre la hojarasca, desconocidos invertebrados en sus simas o gran variedad de animales de espesura: tejones, jabalíes, trepadores azules, cárabos... Todo es cuestión de paciencia, silencio y atención.
Las loberas eran embudos construidos con muros de piedra en los que los ojeadores acorralaban y daban muerte a los lobos. Desde el foso viejo, los lobos se precipitaban al vacío. Hay dos loberas más en el alto Ramalejo.